Paralizada, no entendía la noticia. No la esperaba, no ese día.
Me heló el miedo, la incertidumbre y la impotencia del corto
lapso de felicidad.
No esperaba que el próximo viaje que haría fuera para
despedirte.
Y llegar a la casa, entrar y no verte, pero vi todos los
años pasar, mis últimos 25 años en esa casa. Y se fue la última persona que mantenía
vivo ese hogar.
Entrar y sentir esas tres ausencias que pesan, que me
devuelven a todos los veranos que pase ahí. Junto a esa parte de mi familia que
me crió.
Y descubrí como te fuiste, y mi Alma volvió a la paz, y al
saber que te fuiste de la manera más placentera y digna que te podías haber
ido. En tu lugar.
Y todo volvió a caerse cuando te vi, en tu última morada, ahí,
al lado de la abuela. Juntos otra vez después de siete años, y ahí volví a
entender, ahí la volví a extrañar a ella y te empecé a extrañar a vos.
Quizás hoy por hoy estoy viviendo una etapa de mi vida, que
me demuestra cuanto crecí, abriéndome las puertas a mi futuro. Aquel futuro que
tanto soñé en las paredes de tu casa. Porque ustedes me dejaron ser, siempre.
Con vos Abuelo, se fue el último signo de vi
da de mi
infancia. De esa tan feliz que gracias a ustedes lo fue.
Ya solo me quedan los recuerdos, tuyos, de la abuela y de
Javier.
Ahora sus almas ya juntas, pueden descansar en paz, sabiendo
que me ven y acompañan desde donde están, esperando al momento que me vengan a
buscar.
Los amo.
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